La ruptura del Ligamento Cruzado Anterior (LCA) es una de las lesiones más temidas por los atletas, especialmente en deportes como el fútbol, baloncesto y voleibol. Esta parte de la rodilla es especialmente importante ya que, junto con el ligamento cruzado posterior, controlan la estabilidad de la rodilla hacia atrás y hacia adelante.
El LCA corre de manera diagonal en la mitad de la rodilla, por lo que previene que la tibia se salga de su posición dejándola delante del fémur, y su función más importante es brindarle estabilidad anterior a la rodilla, es por está última que su ruptura produce grandes efectos negativos en los deportistas, sin importar el nivel en el que jueguen.
Alrededor del 70% de estás lesiones son producidas sin trauma directo, es decir, que no reciben un golpe. En su mayoría se producen por un cambio repentino de dirección o en caídas en una sola pierna. Una vez sucede, el deportista no es capaz de continuar con la actividad que estaba llevando a cabo, la rodilla se inflama y aparece el dolor, hay una perdida de movimiento de la rodilla e inestabilidad al caminar.
Por lo general los atletas deciden someterse a la cirugía de reconstrucción de ligamento ya que tiene un mejor pronostico sobre el retorno al deporte, durante la intervención se reemplaza el ligamento desgarrado con un injerto de tejido, ya que este no puede unirse con suturas. Este injerto se convertirá en la estructura de apoyo para el crecimiento del nuevo ligamento.
Retomar el deporte que se practicaba lleva tiempo, pues se necesita de un programa de rehabilitación concreto que puede llevar hasta 6 meses o más dependiendo del deportista, su constancia y trabajo durante las sesiones. Este programa se enfoca principalmente en recuperar la fuerza, el movimiento de la rodilla y fortalecer la nueva estructura del ligamento.
Es muy importante discutir antes de la cirugía factores como la tasa de retorno al deporte, cuánto tiempo el deportista pretende jugar durante su vida activa y las consecuencias sobre ambas rodillas a largo plazo, esto con el fin de establecer expectativas realistas sobre los resultados y los posibles inconvenientes que se pueden presentar años posteriores al procedimiento.
Es muy importante resaltar que el 83% de los atletas retomaron el deporte que practicaban pero solo el 53% retomaron al mismo nivel en el que estaba antes de la cirugía. Aunque parezca sorprendente el estado anímico y la motivación del paciente influye mucho en el éxito de su recuperación, un alto porcentaje (73%) de deportistas elite regresa a la práctica sin mayores complicaciones debido a su preparación y estado físico previo a la cirugía pero también a su preparación psicológica y emocional al enfrentar el miedo a una nueva lesión cuando se regresa a la cancha.
La combinación de diferentes aspectos influyen en la recuperación de los deportistas y su retorno al deporte. Un cirugía realizada correctamente, un medico especialista en rodilla que brinde apoyo durante todo el proceso incluso después del periodo de seguimiento, un programa de terapia física adaptado al atleta y al deporte y el fortalecimiento emocional y mental del deportista deben ser vistos como un todo y ninguno puede ser descuidado o menos preciado durante su recuperación.
Volver a jugar como antes es posible, pero requiere trabajo constante en todas las áreas y un sistema de apoyo profesional acorde al nivel de juego del deportista.
Cómo prevenirlo
Aunque no existe una forma que garantice 100% evitar que este tipo de lesión se presente, si se pueden realizar ciertas actividades con el fin de prevenirla. Una de estas formas es fortalecer la musculatura que la rodea, específicamente la musculatura del muslo (cuádriceps e isquion) y los gemelos, asociado a la mejoría en el Core (Musculatura pélvica), esto se debe a que el ligamento como tal no se puede reforzar o fortalecer, pero los músculos que apoyan su función de equilibrio y estabilidad sí.
Los entrenadores pueden desarrollar programas que buscan mejorar el gesto deportivo según el deporte que se practica y mejorar la forma como se realizan los saltos y las caídas, debido a que estas generan grandes impactos y consecuencias sobre los ligamentos. Otra forma de prevención, son los trabajos de propiocepción, ya que nos ayudan a desarrollar en nuestro cuerpo una mayor atención y consciencia de cada uno de los movimientos y posiciones de nuestras articulaciones y músculos. Desarrollar y fortalecer el sistema propioceptivo permite que nuestro cuerpo esté en alerta constante al realizar un deporte y por lo tanto hacer los correctivos de manera rápida y ágil antes que suceda una ruptura o desgarre.